La Librería

Pequeños retales de literatura

lunes, abril 06, 2015

Arsénico con pasión

Hasta ahora no había leído nada del escritor alemán Alfred Döblin, pero como me lo han recomendado un par de veces me dirigí el otro día a la biblioteca con el propósito de sacar de ella su novela más famosa: “Berlin Alexanderplatz”, pero una vez allí como el libro ya estaba prestado, acabé substituyendo mi elección por el siguiente: “Las dos amigas y el envenenamiento”. Una novela de apenas 100 páginas, pero pese a su brevedad supuse que serviría para saber si la lectura de Döblin podía o no llegar a gustarme. Y el veredicto final es positivo.

¿De qué va el libro? Pues la verdad es que el título lo dice prácticamente todo… Doblin Allá por los años 20 en Alemania hubo un caso famoso donde un par de amigas, Elli Link y Grete Bende fueron acusadas de asesinato del marido de la primera, e intento de asesinato del marido de la segunda. Alfred Döblin con un estilo más bien aséptico narra primero los sucesos que ocurrieron para que Elli terminara envenenando a su marido, y para ello opta por un narrador que explica los hechos de forma objetiva, sin tomar partido por ninguno de los personajes. Es ésta novela precursora del la corriente que décadas después se llamaría “Nuevo Periodismo” del que Truman Capote sería su máximo exponente con su libro: “A sangre fría”.

En el libro por un lado tenemos a Elli una joven peluquera algo aniñada y caprichosa que se casa con un tipo violento que la maltrata; por otro lado tenemos a Grete, una mujer más sumisa algo abandonada por su marido, que encontrará en Elli la manera de dar y recibir la ternura que le falta en su vida diaria, y que dará lugar a que por ello se desaten sus impulsos lésbicos.

Frente a estos hechos que Döblin narra con una sobrada maestría, dando cuenta muchas veces de los giros psicológicos de los protagonistas, remarcando aquello que alguien dijo de que el hombre es un animal contradictorio por naturaleza (Alfred Döblin había estudiado medicina especializado en enfermedades nerviosas, y se nota que domina el tema de los análisis psicológicos).

Lo que remarcaría del libro es que su concepción me parece muy avanzada para su época: el hecho de que intente como narrador apartarse de la narración para que sea el lector el que acabe juzgando los hechos (estas idea viene desarrollada en la parte final del libro, en el Epílogo, que para mí es el mejor capítulo de toda la novela, porque el texto es rico en ideas, y deja un montón de preguntas interesantes con las que se podría entrar en debate). Da gusto ver como allá por esa década Döblin ya desarrollaba la temática del positivismo científico y algunas ideas que él ya intuye como los errores de sesgo cognitivo que nos falsean nuestras percepciones (a mí me sorprende muchísimo, porque creo que el manejo de estos conceptos es más bien actual pero Döblin ya los intuye en sus reflexiones).

Los errores… desde mi parte escéptica hay dos ramas de conocimiento con las que Döblin también busca respuestas, en las que la ciencia actual creo que no estaría demasiado de acuerdo; por un lado la parte psicoanalítica que por ejemplo Döblin utiliza para descifrar un buen número de sueños de forma simbólica (se nota que Döblin admiraba a Freud, pero en la actualidad el psicoanálisis ha quedado bastante desfasado), y por otro lado los análisis grafológicos de las acusadas que se incluyen al final y que analizan las personalidades de las acusadas según el tipo de letra que dejaron escritas en sus cartas (como decirlo… la grafología es una pseudociencia que interpreta perfiles psicológicos una vez que ya se sabe quién es el asesino, o sea, que funciona a posteriori, pero si le dijéramos a un grafólogo que identificara a un Hitler o una madre Teresa de Calcuta a través de sendos textos, sin que supiera cuál pertenece a cuál, el grafólogo se la jugaría al 50% de posibilidades. Y por eso se pueden imaginar que me parece lamentable cuando en algún programa de televisión se invita a algún grafólogo a analizar la letra de algún encausado –lo cual siempre provoca un efecto bastante espectacular en el espectador- como si eso tuviera alguna validez científica, cuando en realidad un grafólogo tiene más de tarotista que de otra cosa).

Pero como decía antes hay ideas en el epílogo que me parecen de una tremenda actualidad. Copio un fragmento:

“La mayoría de las interpretaciones psicológicas no son sino literatura novelesca.
¿Cómo explicarse la coherencia psíquica o incluso la causalidad? Se maquilla el principio de causalidad. Primero se sabe, luego se aplica la psicología. El desorden resulta una ciencia mejor que el orden.
¿Quién presume de conocer los verdaderos motores de estos casos?”

Este texto por ejemplo me parece totalmente apropiado a todos aquellos medios informativos que durante estos días, intentan analizar la mente del copiloto alemán Andreas Lubitz y que dan sus análisis como cien por cien certeros (el error no está teorizar… yo mismo puedo soltar teorías, pero uno siempre tiene que tener presente que el alma humana a veces es insondable, y que él único que acostumbra a saber por qué hace tal o cual cosa, suelo ser uno mismo).

El libro finaliza con un capítulo ajeno a Döblin que firma un tal Jochen Meyer -que debe ser un crítico literario- que intenta situar tanto al escritor como al libro en su contexto correspondiente. Pero este capítulo esta sobrado de datos y su lectura se hace terriblemente espesa (el tal Meyer debería aprender a simplificar y a clarificar lo que quiere contar, ¡tal como hace Döblin! porque entender esta diferencia y dominar la sencillez de la escritura que ello conlleva, significa para el lector la diferencia entre que la lectura sea un placer o un suplicio).

Por último comento que la traducción de F. Fontcuberta me ha parecido correcta, y es que tampoco soy mucho de corregir y el primero en cometer errores, pero en el libro hay al menos hay un error que Acantilado debería corregir en una posible reedición, porque hasta a mí que no soy muy exigente me hizo daño en los ojos encontrármelo, en la pág. 44 dice: “durante las peleas le hechaba en cara burlonamente [...]” (si lo llega a ver el crítico Ricardo Senabre creo que le da un telele).

Arsénico por compasión
La imagen es un fotograma de la divertida Arsénico por compasión de Frank Capra con Gary Grant de protagonista junto a sus dos tías a las que va a visitar, también del gremio de las envenenadoras.

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