La Librería

Pequeños retales de literatura

miércoles, enero 26, 2011

Carta a una desconocida

Subí a tientas hasta la cubierta. Estaba desierta, y, al levantar la mirada hacia la humeante torre de la chimenea, hacia los mástiles, rígidos y blancos como fantasmas, me deslumbró una claridad mágica. Todo el firmamento resplandecía. En torno a las estrellas que lo tachonaban de blanco centelleo, reinaba la oscuridad; más, a pesar de ello, el cielo fulguraba. Era como si ante una deslumbrante luz se hubiera corrido una cortina de terciopelo negro, siendo las estrellas agujeros y desgarrones a través de los cuales escapara aquella luminosidad indescriptible. Yo no había visto jamás el cielo como aquella noche; de un tono azul de acero tan metálico y tan radiante; todo él resplandeciente, todo él rumoroso y deslumbrante de una luz que se desprendía de la Luna y de las estrellas, y cuya lumbre debía de arder, lejana, en alguna hoguera de misterio.

Stephan Zweig –Amok-

(También es una anotación encubierta del crítico literario Jose Luis Carcía Martín en su Diario Dicho y hecho el 21 de Diciembre en homenaje a Zweig. Y ahora también la incluyo yo en mi diario bloguero)


La lectura en el mar no es un tema demasiado explotado, y seguramente esto se deba a que en el mar no se lee mucho. Leer en cubierta mientras el barco se bambolea al dominio de las olas es un martirio, y a la que haya un poco de oleaje es fácil que las páginas se acaben humedeciendo. Respecto a la lectura en el interior del barco, donde el velero da la sensación de moverse más, es posiblemente una de las mejores maneras para alcanzar una rápida sensación de mareo, por lo que aunque es posible, conviene no abusar. Quizás al alcanzar la noche y amarrar en algún puerto, pero uno a esas horas ya se está tan cansado que sólo se piensa en meterse en el catre y dormir un poco hasta que llegue el día de mañana. ¡Ay la dura vida del marinero!

Sin embargo he leído algún que otro libro, y voy a escribir por ello algunas líneas, aunque me desespera no tener para ello mi propio ordenador, con todos los recursos que durante años he dispuesto en él y que me ayuda no saben ustedes cuanto en mi fase inspirativa.

El primer libro que he leído es una recopilación de dos relatos largos de Stefan Zweig: Carta de una desconocida y Amok. Los dos serían dignos de ser analizados, ya que moralmente o tienen miga psicológica, pero para no extenderme creo que sólo hablaré del primero.

¿Cuántas veces uno ha escrito una carta a una desconocida? En mi caso sin duda demasiadas veces, y también tengo en mi haber muchas cartas o e-mails de muchas desconocidas que en algún momento se cruzaron por mi vida; en la mayoría de los casos, sólo fue un simple tanteo de mutuas cartas, pero sin llegar a cruzar nuestros caminos, pero en algunos pocos casos, la amistad creció durante muchos años de forma epistolar, a fuerza de contarnos nuestras intimidades poco a poco. ¿De qué depende ese cariño? No sé. Supongo que durará hasta que nosotros queramos. Esa es la respuesta. Nos hacemos mayores, y hemos de aceptarnos en nuestras nuevas vidas.

Pierdo el hilo. Carta a una desconocida lo primero que demuestra es que Zweig conoce el alma humana, sus impulsos y sus debilidades (hace años ya leí quizás su obra más reconocida: Momentos estelares de la humanidad, y me emocioné cuando Nuñez de Balboa descubría el Pacífico). Zweig sin duda sabe tocar las teclas de nuestra sensiblería, y más de uno habrá soltado alguna lágrima al pasar sus páginas, yo no ¡qué soy un rudo marinero!

El libro narra como un novelista de cuyo nombre sólo sabemos su inicial R., ha llevado una vida de excesos, recibe un día una extensa carta de una desconocida (de alguna manera es un recurso parecido al que utiliza en Amok, en el que otra persona cuenta su historia al protagonista. Es como si entre la narración y el lector hubiera un personaje que hiciera de pantalla). La desconocida, es una bella mujer llamada Lisa que escribe una especie de declaración de amor hacia el novelista. Pero no es el enamoramiento puntual de un determinado momento de la vida, sino que es un amor que ha pervivido durante muchos años, y que ha marcado toda una vida; un amor igual de obsesivo como incompleto.

Si alguien quiere leer el libro, y le molestan los spoilers, que se detenga ahora o que calle para siempre, porque para disertar un poco sobre el asunto debo sacar a la luz los hilos en los que se aguanta esta historia. Lisa se enamoró del novelista cuando era joven y lo tenía como vecino. Apenas cruzó unas palabras con él, sin embargo atraída por quizás por el mundo al que el novelista parecía pertenecer, se sintió totalmente atraída por él.

Un amor platónico que le hizo desdeñar otros amores de otros jóvenes a los que ella enamoró. El amor tiene eso, que Cupido suele ser caprichoso cuando tiene que lanzar las flechas, y en vez de emparejar a incautos, lo que produce es una extraña cadena de enamoramientos truncos.

Con el tiempo Lisa se hizo una bella mujer y su destino se volvió a cruzar en una noche de pasión con el del novelista. Ese encuentro tendría como fruto un embarazo, y un hijo de ambos. Pero después de esa única noche juntos, pasarían muchos años hasta que sus caminos volvieran a cruzarse.

La carta le desvela a R. que tuvo un hijo con Lisa, pero rápidamente le comunica que el motivo verdadero de las palabras es el dolor que siente por que el hijo de ambos ha muerto por enfermedad. Ella lo crió consciente que era tal vez la única manera de tener algo de él, y quiso a su hijo con todo el amor de una madre. Para que no le faltara nada tuvo que relacionarse con hombres de dinero, para poder criar al hijo -vamos, prostituirse-. Sin embargo, ella nunca le quiso pedir nada a él, porque no quería ser una carga para R.

Pasaron años durante los que su hijo fue creciendo, y en una nueva ocasión R. se volvió a fijar en Lisa, olvidando que ya se habían amado en otra ocasión. Un nuevo encuentro sexual, pero de los que R. debía de tener a menudo con otras mujeres y que con rapidez olvidaba. Y de nuevo volvió a despedirse de ella mintiéndola. Ella en cambio le siguió amando siempre, y le enviaba rosas blancas en cada cumpleaños.

Quién te escribía a ti versos, dime niña quién era
te mandaba flores en primavera
y cada nueve de noviembre, como siempre sin tarjeta
te mandaba un ramito de violetas


Lisa en la carta le comunica que su hijo a muerto cuando era sólo un jovencito, y que ella también tiene la misma fiebre y posiblemente cuando él reciba la carta también estará muerta.

R. cuando acaba de leer la carta las manos le tiemblan, cree recordar algo de aquella desconocida mujer. Sin embargo todo es un vago recuerdo que su mente no consigue encajar.

Zweig, nos narra a la perfección la crueldad del amor obsesivo, amar a otro durante toda una vida, mientras ese otro ignora casi totalmente nuestra existencia. Pero ayayai la venganza se sirve fría, ¿Cómo si no se puede denominar la carta que le envía Lisa a R.? Hay verdades que es mejor no saberlas. Y de repente cargarle a R. con el peso de un hijo muerto y un amor nunca comprendido, no me parece que sea una última demostración de amor. O si lo es, es un amor demasiado descarnado e hiriente. Si Lisa no habló nunca, ¿por qué habla ahora? No tiene también parte de culpa Lisa por no haberle dicho nunca antes la verdad: que ella siempre le había amado, y que incluso tenía un hijo suyo.

Puede que a R. le resbale todo por su faceta de vividor, pero a mí me entristecería mucho saber algo así. Y tampoco defiendo a R., aunque entiendo que es fácil olvidar los rostros de las personas que a veces pasan por nuestras camas, y más cuando el encuentro es tan puntual. El tiene la parte de culpa de mentirle en sus promesas de nuevos encuentros, pero ella fue la que aceptó la situación y siguió amándole, con la idea de no importunarle o molestarle. A veces la razón debe dejar de lado los sentimientos del corazón, y abandonar un camino que por experiencia sabemos que nos lastima.

La vida a veces es cruel en si misma, y ni siquiera es fácil determinar el grado de culpabilidad de cada persona, porque es el propio devenir de la vida el que ofrece su faceta más cruel, y no las acciones de los hombres. Si su hijo no hubiera muerto y ella no estuviese a punto de morir, quizás habría un final feliz en esta historia, pero son los acontecimientos los que nos acaban sobrepasando.

He visto la película en blanco y negro de Max Ophuls de 1948 con Joan Fontaine y Louis Jordan como protagonistas. Hay varias curiosidades en ella, como el novelista se ha transformado aquí en un prometedor compositor llamado Stefan Brand (el pseudónimo que al principio de su carrera utilizaba Stefan Zweig).

Joan Fontaine
Mientras que Zweig en el tema moral lo desarrolla de forma más sutil dejando al lector que forme sus propias opiniones, Ophuls marca más una dirección de lo que parece que está bien o está mal. Por ejemplo el compositor recibe la carta justo cuando planea escapar de un duelo que tiene acordado para el día siguiente. Su castigo después de recibir la carta es no huir y enfrentarse al duelo, en el que su contrincante posiblemente le dará muerte, por haber llevado una vida desenfreno. También al final de la película nos explica que su prometedora carrera como compositor quedó estancada debido a su estilo de vida, en el que le parecían más atractivo centrarse en las mujeres que conocía, que en su propia carrera artística.

En la película Lisa no se prostituye sino que sencillamente se acaba casando con un buen marido, que le cuida a ella y del niño que no es suyo, como si fuera propio. Y sin embargo ella no acaba de ser feliz pese a la estabilidad que le ofrece el matrimonio establecido. Es justo después de uno de los encuentros de Lisa con el compositor (encuentro del que es consciente su marido que la espía) cuando su hijo enferma de tifus, y acaba muriendo. Como si el director castigara a la mujer por desdeñar lo que tiene por algo que nunca ha tenido.

En la wikipedia leo que existe otra versión rodada en 2004 a cargo de la directora china Xu Jinglei. Como últimamente me está dando por ver cine chino, creo que la acabaré viendo también. De todas maneras de momento me quedo con el libro de Zweig.

Bonus track
Leí hace unos días estas dos cartas entre el Juan malherido(Olmos) y una desconocida misántropa que me parecieron fráncamente simpáticas.

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martes, enero 18, 2011

Ventea Sancho luego navegamos



A bordo del Karippa II. Ahora estoy en la desembocadura del Júcar. En Cullera. STOP. No escribo más, que le estoy gastando internet a mi capitán.

Aupa Espanyol!! xD

Chau

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lunes, enero 10, 2011

Books for Christmas? What the heck is that!



Para comenzar el 2011 que mejor que hacerlo con una sonrisa. Por mi parte los Reyes no me trajeron ningún libro, lo cual tampoco es un hecho que me disguste en demasía, porque generalmente o hago una carta reglamentaria a los reyes magos al respecto o los reyes son capaces de traerme cualquier libro que esté en el stock de novedades. Y claro, uno ha enseñado a su paladar que no todos los libros son aptos para ser deglutidos.

He leído un par de libros en este nuevo año, y ambos me han parecido interesantes El oficinista de Saccomanno y El silenciero de Antonio Di Benedetto. Lo bonito sería que cualquier lectura produjera un efecto positivo, pero lamentablemente como decía antes, no es así, y mis últimas lecturas del pasado año fueron bastante mediocres (aunque no tanto para dejar aquí constancia). De esos dos libros voy hablar muy brevemente porque tampoco me gusta decir lo que otros ya han dicho, e internet ya tiene unas cuantas reseñas de ambos. Así que rápidamente.

El de Saccomano narra el enamoramiento enfermizo de un triste oficinista por una compañera de trabajo en una sociedad distópica, donde la violencia y el terrorismo son el pan de cada día. Y donde lo único que separa a los ciudadanos de caer en la más completa miseria es conservar el trabajo que les permita seguir estando dentro del sistema. Una sociedad con helicópteros policiales revoloteando continuamente entre los edificios y perros clonados vagabundeando por las calles. El oficinista -cuyo nombre desconocemos- encontrará una esperanza para salir de su vida gris después de un encamamiento con la secretaria de su jefe. Pero después los celos irán deborando su razón, y le llevarán directo a los infiernos. Lo más interesante es la relación de competitividad que el oficinista tiene con un compañero de trabajo, y la relación que tiene con su obesa mujer y sus malcriados hijos, con los que prefiere no encontrarse y por lo que siempre acaba siendo el último en abandonar la oficina. La primera parte del libro es la más interesante, porque la última baja en calidad, como si el autor tuviese prisa por terminar el libro.

El libro de Di Benedetto es la obsesión de un hombre para que sus vecinos no hagan ninguna clase de ruido. El libro es bastante curioso estilisticamente, porque sin recargar la frase, intenta darle una especie de vuelta para buscar una cierta belleza de estilo. Puntos y seguidos que marcan el ritmo de frases cortas; carencia casi de adjetivos -el de Saccomano también- que le dan al texto un carácter de precisión. Di Benedetto busca en la construcción de la frase una originalidad y a veces los verbos funcionan casi por contagio o proximidad y saltan con facilidad de una palabra a otra. Inevitablemente, se te acaba escapando el significado de algunas frases, pero los contínuos hallazgos hacen que uno se quite el sombrero ante tanto oficio (pero para que no hayan quejas después advierto que sólo es apto para lectores experimentados).

Además Di Benedetto me ha hecho reír en un par de ocasiones, y eso es mucho más de lo que consiguen la mayoría de los libros. No sé si los otros libros de este hombre son más o menos serios, pero creo que si en algún momento le dió por apostar por su vis cómica, los diálogos de sus personajes pueden haber alcanzado cotas desternillantes.

Bueno, les dejo por hoy. Estaré ausente un par de semanas -quizás más quizás menos-, que es el tiempo que calculo que estaré navegando en un bonito velero bergantín. Sí, sí, soltamos ancla en breve.

Esperemos que haya buena mar.

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