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Pequeños retales de literatura

sábado, junio 12, 2010

Libro de la seda

Libro de seda

Hace apenas unas décadas una expedición arqueológica descubrió en varios yacimientos funerarios chinos unos rollos de lo que parecía a primera vista simple tela. Al desplegarlos quedaron asombrados por su belleza porque en realidad estaban hechos de seda, y en vez de estar adornados con algún motivo decorativo, de lo que estaban llenos era de ideogramas chinos. De hecho, la foto que precede este texto y que he photoshopeado un poco para probar ha hacer lo de los “bocadillos”, es en realidad un trozo de una de esas telas sedosas (que me perdonen pero donde hay palabras chinas yo he visto figurines como los de Altamira y no me he podido aguantar). Los expertos datan estos rollos de seda a varios siglos anteriores a que los propios chinos inventaran el papel.

Uno de los rollos más famosos que se conoce como dice el título de este post, el Libro de la seda (no confundir con el libro de Baricco al que sólo le une la proximidad geográfica). El Libro de la seda es un libro astronómico en el que muestra como los sabios chinos clasificaron veintinueve distintas formas de cometa y los hechos trascendentes ligados a la aparición del cometa (es la imagen de la foto, y lo que yo he identificado como cabezas con sombrero debe ser en realidad el cometa con el tipo de cola que lleva). La sociedad china de la época vivía bajo la creencia que si aparecía en el cielo tal o cual cometa, eso iría ligado a algún dramático evento. Algunos ejemplos de estos sucesos eran la muerte de un príncipe; la aparición de una plaga o años de sequía.

Estas ideas no pertenecían sólo al lejano oriente, sino que en la misma Europa, y con muchos siglos de diferencia –lo cual demuestra quizás que tenemos mucho de torpes imitadores de lo que nos pensamos- está documentado que en Junio de 1456 el Papa Calixto III al ver en los cielos al cometa Halley y con la creencia de la aparición de éste como señal de desgracia, promulgó una bula para que el cometa se desviara hacia los cielos de los infieles turcos para así fuera a ellos a quien les cayese algún tipo de desastre”

Retomando el Libro de la seda; el otro factor que me llama la atención de este libro es por supuesto en lo que respecta a la parte material. Un libro –bueno en realidad es quizás más un pañuelo gigante- que al tocar su textura la yema del dedo se encuentra con la dulzura de la seda. Un placer bibliófilo quizás sólo superable acariciar el tatuaje en la piel de una mujer… Desde luego ambas son dos modalidades sensuales de descubrir una historia.

Y para finalizar. Redoble. Una decapitación. Algunos emperadores chinos tienen fama de cortar cabezas -y desde luego los adivinos son un colectivo muy sufrido al respecto-. El cuento del húngaro Arthur Koestler e ilustra un poco, lo que quizás un día de estos me pongo a escribir desde este blog.

El verdugo

A. Koestler

Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición.

Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:

-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!

Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:

-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.

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2 Comments:

Blogger Ulschmidt said...

jua, jua, que maravillosa anécdota! Un verdadero cuento chino. Y el Papa Calixto teledirigiendo el cometa hacia los que no le pagaban el diezmo, todo un precursor.

2:38 p. m.  
Blogger Vigo said...

Ya... je,je. Estuve a punto de hacerle alguna referencia en lo de los turcos ;D, que no en vano una de las referencias que utilicé era un texto suyo sobre chinos y cometas.
¡qué hubiera sido de nosotros sin tanto chino suelto!

8:00 p. m.  

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