La Librería

Pequeños retales de literatura

miércoles, octubre 04, 2006

Corazoncidios

Curioso, a uno se le rompe el corazón y a cambio consigue índices de audiencia superiores a los normales (ya me veo llevando mi currículum a los estudios de Gran Hermano y siendo recibido con agasajo de clarines y pétalos de rosa). Falta un poquito de sexo, un poquito de violencia verbal, y tal vez consiga que este blog aumente en un centenar de lectores. Por algo se empieza, no? Y aquí va mi cuota de sangrado. No hay nada mejor que intentar desdramatizar con un poquito de humor, aunque el humor tenga un sabor ligeramente ácido. Perdonen, pero es que estoy algo irónico, y al menos les aseguro que si tuviera que vender mi alma al diablo, lo haría por los suficientes millones de petrodólares para que ustedes no me mirasen con malos ojos.
Y hablemos ahora del mal de amor, por supuesto no voy a explicar mis intimidades, faltaría! Total soy yo, el primero que nunca entiende, que sólo juega, y que al final siempre acaba perdiendo. Vayan ustedes a saber que tal vez hayan cosas más tristes que el desamor, pues el amor frustrado puede sonar aún mucho más inquietante, y si no que se lo digan a ese Romeo que regresa de Mantua para besar los labios de su amada. No!! En esta historia -y con permiso de Karina-: “No somos ni Romeo ni Julieta”, lo cual tal vez explique el per què de tot plegat –con permiso de Quim Monzó-. De momento solo me apetece decir que si no estamos bien será porque estamos peor (yo y mi circunstancia).
Los corazones son órganos especialmente sensibles, que se lo digan sino al gran intelectual judío que fue Otto Weininger que el 14 de octubre de 1903 se pegaba un tiro directo al cuore, cuando estaba precisamente en la misma habitación del hotel que había utilizado Beethoven cuando vivía en Viena. O a Guy Debord que le falló el corazón después de disparo en idem de idem… ¡Debord un visionario con aquello de la Sociedad del espectáculo! Otros corazoncidios: el escritor italiano Giorgio Cesarano, el 5 de Septiembre de 1975; el francés Jacques Rigaut un 5 de noviembre de 1929 (mención especial por su interés en toda la teórica del suicidio); el escritor griego Kostas Karyotakis un 20 de Julio de 1928, mientras descansaba bajo un eucaliptos decidió que era el mejor momento de pegarse un tiro en el corazón. Un caso curioso es el de la poeta alemana Karoline Günderode, que no contenta con apuñalarse el corazón una mañana de Julio de 1806, decidió tirarse a las frías aguas del Rhin, lo que sin duda favorecería su muerte (por si había alguna duda), y la llevaría inmediatamente a entrar por la puerta grande en el romanticismo alemán.
Pero si tuviera que elegir, me quedaría sin duda con la del poeta colombiano José Asunción Silva, que justo el día antes de su suicidio fue a ver a su médico y amigo doctor Manrique, a quien pidió le dibujase sobre la piel el lugar que ocupaba el corazón. Veinticuatro horas después el poeta aparecía muerto.
No sé si me he liberado de algún fantasma, o lo que he escrito no me habrá servido para nada. Bueno, supongo que en el fondo, todo se reduce a eso; a que duele… duele como tener cristales ardiendo arañando mi corazón… y por ello tengo que sangrar.
PD. A los que habéis dejado últimos comentarios, gracias de verdad, lo que pasa es que últimamente estoy poco comunicativo, y tampoco estoy visitando los blogs amigos con la habitualidad que me gustaría. De todas maneras gracias.

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