La Librería

Pequeños retales de literatura

domingo, diciembre 12, 2004

Puertas de oro y plata

De nuevo abrimos las puertas de Zora, con el presentimiento de que sólo podrán entrar quien no tenga miedo a soñar. A partir de ahora toda palabra escrita será una declaración de intenciones. Aunque el futuro se volverá incierto. Y lo sé.
Pero si tú pudieras coger un puñado de arena y moldear con él tus propios deseos te darías cuenta que estás en el camino hacia Zora, la ciudad que fue nombrada por los mil nombres. La ciudad que permaneció y permanecerá por los siglos de los siglos.
Llevo años estudiándola, paseando por el calor de sus calles; conozco su gente y el exotismo de su conversaciones ¿Crees que no puedo enseñartela? Tal vez sólo te dé una mínima porción, pero si sabes saborearla, las puertas se te abrirán y yo te estaré esperando.

“Sueño con un nuevo mundo magnífico y deslumbrante que se derrumba en cuanto se encienden las luces. Un mundo que se desvanece, pero no muere, porque basta con que me quede inmóvil otra vez y que mire fijamente y con los ojos bien abiertos a la oscuridad para que reaparezca... Así pues, hay en mí un mundo totalmente diferente de cualquier mundo que conozco. No creo que sea propiedad mía exclusiva; lo único que es exclusivo es mi ángulo de visión, en el sentido de que es único. Si hablo el lenguaje de mi visión única, nadie entiende; puede erigirse el edificio más colosal y, aun así, éste puede permanecer invisible. Esa idea me obsesiona. ¿De qué servirá construir un templo invisible?”


Henry Miller –Sexus-

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